Capitulo
23: Hijo perfecto
Sayu
Abrí
los ojos un rato después de haberme desmayado: el sol empezaba a
salir por el horizonte y sonreí. Tenía pinta de que iba a hacer un
día bonito, me giré un poco para seguir durmiendo, vi el precipicio
y recordé por que estaba allí. Me puse de rodillas, me acerqué al
borde y me quedé mirando al lago que había debajo. Lobo Calavera
había saltado. Y desde aquella altura nadie podía sobrevivir. Había
sido mi culpa, si no me hubiese metido entre Niah y él...
––He
matado al loco––susurré. ¿Y ahora que íbamos a hacer Zurdha y
yo? ¿Podíamos protegernos y escondernos solos?
Me
quedé un segundo quieta y noté como me ponía pálida. Me levanté
con cuidado y me giré. Al instante choqué con alguien un poco mas
alto que yo, y su nariz golpeó con fuerza mi frente. Fruncí el ceño
y miré hacía arriba.
––¿A
quien has matado?––preguntó Calavera, mirándome con una
sonrisa, como si lo de hacía un rato no hubiese sucedido. Ni
siquiera ya tenía el cuerpo en los huesos, volvía a tener el pelo
azul, y su ojo volvía a ser morad. Me eché hacia atrás del susto,
sentí como mis pies resbalaban y como mi cuerpo empezaba a caer,
pero entonces el me agarró del peto. Mi corazón se desbocó de
pánico cuando mire hacia abajo. Me quedé con los pies contra la
pared de roca y el cuerpo arqueado hacia abajo, al borde de caer al
agua.––Oye, si quieres suicidarte dilo, pero no lo hagas
aquí––soltó, como si aquello fuese lo más divertido del mundo.
Aferré mis manos contra el brazo que me impedía caer.
––¡Eh,
tu!––gritó de pronto la furiosa voz de Zurdha, que acababa de
salir de la cueva. Vi como corría hacia Lobo––¡Tu no hacer daño a ella!
––¡Zurdha,
para!––grité con todas mis fuerzas.
Lobo
Calavera tiró de mi para ayudarme, y me dejó sobre el borde del
precipicio mientras se apartaba con las manos en alto y una sonrisa
de burla. Me acerqué a mi a amigo y solté un suspiro.
––Me
estaba saltando, no tirando––le susurré cuando llegue a su lado,
y el soltó un suspiro, aliviado.
––Saltaste––dije
mientras le miraba, confusa. ¿Como había sobrevivido a aquella
caída? Era imposible. Él asintió.––¿Por que no estas muerto?
Soltó
una carcajada y se rascó la cabeza: sus ojos volvían a brillar de
locura y me mordí el labio. ¿Por que a veces parecía que si estaba
cuerdo y otras no?
––No
puedo morir.––seguía rascándose la cabeza. Recordaba un poco a
un lobo. Se puso de cuclillas y empezó a mirar el suelo, distraído,
como si se hubiese vuelto a olvidar de que estábamos allí. Ni
siquiera pareció percatarse de que Zurdha y yo volvíamos a mirarle
como si estuviese loco.––Bueno...––continuó Lobo Calavera
después de un rato en silencio––¿Por que el Bosque os ha traído
aquí?
––Para
proteger a Zurdha––dije sin pensar, y vi como mi amigo se
sonrojaba y apretaba los puños. Él no creía que necesitase
protección.––Y porque debo aprender a controlar el Bosque, pero
no se como..
Lobo
Calavera reaccionó ante mis palabras, abrió mucho los ojos, se puso
en pie y empezó a dar saltos, impaciente.
––¡Yo
si, yo si se!––gritó, y antes de que pudiese contestarle nada me
agarró del brazo y me acercó al precipicio. Me dedicó una gran
sonrisa de felicidad––¡Salta!
––¿Que?––pregunté,
atónita y él asintió con la cabeza––¡No!––le chillé,
pero entonces el me empujó.
Caí
de espaldas y estiré el brazo derecho, intentando aferrar la mano
que Zurdha me tendía. Mis dedos rozaron los suyos, pero no conseguí
agarrarle. Me giré para intentar caer de cabeza y hacerme menos
daño. Nada más ver el agua acercándose a toda velocidad supe que
iba a morir. Era totalmente imposible sobrevivir a aquello. Pensé en
Lurca. Pensé en su sonrisa, en su voz, en sus labios y en aquella
noche mágica. Recordé el día en el que me había salvado. ¿Por
que no podía estar con ella ahora? Sentí un profundo odio hacia los
humanos, hacia mi raza. Era su culpa. Ni siquiera sabía si Lurca
estaba con vida. Cerré los puños y los ojos con fuerza en el
instante en el que me sumergí en el agua, esperando un dolor atroz,
mayor al que había experimentado cuando había saltado al río para
huir de los monos, pero no sentí nada. ¿Habría muerto directamente
por el impacto sin sentir dolor? Abrí los ojos: el agua se había
vuelto roja. Debía ser por mi sangre. ¿Seguía consciente o era
todo una ilusión? Moví un brazo. El agua estaba fría, muy fría.
Notaba como el peso de mi ropa mojada tiraba con fuerza hacia el
fondo. ¿Estaba viva? Empecé a hacer acopió de todas mis fuerzas y
nadé hacia la superficie.
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Zurdha
––¡Tu
deber decir antes de tirar ella al agua, pedazo burro!––grité
con todas mis fuerzas mientras bajaba a toda velocidad la ladera de
la montaña. Tenía el corazón desbocado.
––¡Pero
entonces no sería divertido!––escuché su voz detrás de mi,
entre carcajadas. ¿Como podía resultare divertido meterle a alguien
semejante susto?
Llegamos
a la linde del Bosque enseguida, derrapé y eché a correr de nuevo
por el camino que llevaba al Corazón del Bosque, mientras Lobo
Calavera me adelantaba. Era mucho más rápido que yo. Mucho más
rápido que cualquier ser vivo que hubiese visto. ¿Sería cierto eso
de que no podía morir? Llegamos a la orilla del lago justo cuando
Sayu salía del agua, con gesto visiblemente enfadado. En cuanto vio
a Lobo Calavera echó a correr hacía él, y me puse en medio para
pararla.
––¡Espera,
no!––grité, agarrándola del brazo. Ella intentó zafarse con
todas sus fuerzas, pero estábamos bastante igualados.
––¡Ha
intentado matarme!––chilló con rabia, y me miró sin
comprender––¡Es un milagro que este viva! ¿A caso se lo vas a
perdonar?
––¡Él
no intentar matarte, espera, no le pegues!––le contesté, y ella
se paró, mirándome confusa mientras Lobo Calavera se caía al suelo
y empezaba a rodar de la risa. La verdad es que daba la impresión de
que su intención si había sido esa––Él ser un burro, pero él
hacer lo correcto. Yo no saber que ser para esto, pero cuando elfos
tener cinco años, padres traer aquí y hacer saltar desde montaña.
Si Bosque dejar que tu caer en agua, Bosque dejar que tu controlarlo.
Si Bosque atrapar tu con rama y dejar en el suelo, Bosque no querer
tu.
Me
miró con el ceño fruncido, pero mi explicación pareció bastarle.
Soltó todo el aire y noté como se relajaba. Se sentó en la hierba
y miró al otro chico, que todavía lloraba de la risa mientras
intentaba ponerse de pie.
––Estas
loco––le acusó, pero él no le prestaba atención. Me senté a
su lado y me miró––¿Y hay muchos a los que el Bosque no acepta?
––Bueno...––suspiré
e intenté hacer memoria sobre lo que nos habían contado aquel
día.––No. De hecho, en historia de elfos, solo haber uno. Hace
casi cuarenta años.
––¿Y
que fue de él?––preguntó.
––Él
fugarse a día siguiente––me encogí de hombros––Bosque
ofender su orgullo, él decidir solo. Nosotros tratar él como uno
más, no ser como humanos que expulsar a humano distinto.
Asintió
con la cabeza y se quedó pensativa, yo me encogí de hombros para
quitarle importancia.
––Entonces...
¿ya puedo controlar el Bosque?––volvió a preguntar y la miré.
Tenía un brillo de melancolía en la mirada: echaba de menos a
Lurca. Y la entendía. Yo también lo hacía, y a mi padre y a mi
madre.
––¡No!––gritó
de pronto Lobo Calavera, asustándonos. Se había puesto en pie y se
había quedado muy serio––¡No! ¡No! ¡No! ¡No!––volvió a
gritar con furia y tragué saliva. Tuve la inmediata sensación de
que iba a volverse loco y a matarnos, pero su gesto se suavizo––No
es tan fácil.––Sonrió, como si no nos hubiese gritado segundos
antes––Tenéis que practicar.
––¿Tenemos?––¿Los
dos? Yo ya sabía controlar el Bosque. Él se río ante mi
incredulidad.
––Si,
los dos––me contestó, como si me hubiese podido leer la mente.
Me quedé quieto y dejé la mente en blanco. No sabía que tipo de
“poderes” podía tener un chamán.––El príncipe del Bosque y
su general––continuó, con un tono burlón, como si aquellos
títulos fuesen motivo de risa. Sayu y yo nos miramos. ¿Por eso mi
padre nos había mandado juntos?––Yo os entrenaré.
Sayu
no pudo contener una carcajada y Lobo Calavera frunció el ceño,
visiblemente ofendido.
––¿Que
vas a poder enseñarnos tu?––De pronto la tierra empezó a
temblar y nos quedamos quitos. En cuanto Lobo Calavera dejó de
sonreír, el terremoto paró.
––A
hacer eso.
Miré
a mi amiga, sorprendido. ¿Había sido una casualidad o de verdad él
había hecho aquello? Volvimos a mirarle y asentimos.
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Zarh
El
sonido del acero contra el acero. De los gritos, de la sangre
derramada. El sonido de la guerra. Alcé mi arma para cortarle el
cuello al humano que había caído frente a mis pies: había logrado
tirarlo tras partir su espada. Dejé caer el brazo, pero antes de
rozarle todo el Bosque empezó a temblar, y de pronto una raíz
atravesó la cabeza del mago. Miré a mi alrededor, algo confuso, y
vi como el Bosque atacaba y mataba a todos los humanos. ¿Quien había
hecho aquello? ¿Quien tenía control suficiente para pedirle aquel
uso de energía al Bosque? Bajé mi arma y vi por el rabillo del ojo
el vuelo de una túnica azul. Sentí la cólera en mis entrañas y
corrí detrás de aquel humano que se había librado, sabiendo
perfectamente quien debía ser. Le di alcance en el claro de
entrenamiento. En cuanto sintió mi presencia se giró, entre
carcajadas. Tenía los ojos azules inyectados en sangre. Me puse en
frente y lancé un tazo contra su pecho. No se molestó en
esquivarlo, y la sangre brotó de su cuerpo al césped. Se miró la
herida y soltó una carcajada.
––¿Ay?––dijo
con sorna, y me esforcé por controlar mi ira. Levanté el arma y la
puse contra su cuello, obligándole a juntar su espalda con el tronco
de un árbol.––¡Oh, dios, no me mates!––suplicó en broma, y
volvió a reír.
––¿Que
le hiciste a mi hijo?––pregunté en un tono amenazador, y el se
quedó quieto, confuso. Después volvió a reír.
––¿Oh,
al lobito pelirrojo?––dijo en tono burlón, y apreté más el
filo de mi arma contra su garganta. Un pequeño hilo rojo escarlata
se deslizó por su piel morena.––Yo le di una gran oportunidad de
ver la vida de otro modo––me contestó y volvió a reir. Me ponía
de los nervios. No parecía importarle que podía matarlo enseguida.
––¿Por
que buscabais a Sayu?––Abrió mucho los ojos y estalló en
carcajadas.
––¿Así
se hace llamar? ¡QUEE MOONAA!––gritó, con todas sus fuerzas.
Apreté con fuerza la empuñadura de mi espada y me planteé
arrancarle la cabeza sin dejarle contestar.––¡Pues para darle su
castigo! Pero, oh... la habéis llevado con el loco ese de los
huesos. Con el chiflado de la montaña. Que buena pareja hacen. Tal
para cual, loco para loca, herm..––se cortó, y se echó a reír
de nuevo. Las lágrimas empezaron a recorrer su rostro––¡Que
bien que tu hijo se fuese con ellos! ¡Sera un visto y no visto!
¡Adiós principito! ¡No tendremos ni que buscarlo para matarlo, lo
harán ellos dos!
¿Sayu
matando a Zurdha? Ni en sus mejores sueños. Hice un giro de muñeca
y le rajé el cuello de lado a lado, salpicándome el pero con su
repugnante sangre. Escupí en el suelo antes de que el cayese sobre
la hierba. Alcé el arma para clavarla en su cabeza, pero fue más
rápido, dijo algo y desapareció. Bajé de nuevo el arma y me quedé
mirando el charco de sangre que había dejado: si no hubiese sido un
mago, habría estado condenado, pero no dudaba en que para ellos no
iba a ser un problema curarlos. Miré al cielo. Estaba empezando a
anochecer. Todos los humanos que hubiesen sobrevivido debían estar
retirándose. Me giré y volvía toda prisa al poblado. Segundo día
de guerra terminado. Entré en la muralla todo lo rápido que pude, y
en cuanto no quedó nadie fuera el Bosque cerró las puertas de
ramas. Me dirigí a mi casa, en silencio.
––¡Zarh!––escuché
de pronto la voz de Lurca, y me giré hacia ella.––¿Adonde
fuiste? De pronto echaste a correr. Temí no poder protegerte desde
la muralla.
––Vi
al tío de Sayu––le contesté, y ella abrió los ojos,
sorprendida. Yo tampoco me había esperado que aquel hombre fuese a
dejarse ver. Lurca abrió y cerró la boca y le dirigí una
sonrisa––escapó.––Se mordió el labio. Me siguió dentro de
la cabaña y se sentó conmigo en el suelo.––Se ha burlado de mi
diciendo que Sayu y Lobo Calavera matarán a Zurdha––le admití,
al cabo de un rato en silencio, y se quedó mirándome.
––Sayu
jamás le haría daño––me contestó rápidamente, y asentí para
darle a entender que lo sabía.––Pero en cuanto a Lobo
Calavera...
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Lurca
No
podía dormir. Me giré de nuevo hacia el costado izquierdo y solté
un suspiro. Llevaba casi dos horas dando vueltas en la cama, no podía
de quitarme de la cabeza la guerra. Habíamos perdido ya casi a
doscientos elfos. Los humanos debían haber perdido el triple. Me
giré y miré al techo. ¿Por que enviaban a tantos magos contra la
muralla y los dejaban a nuestra vista? ¿Por que no lanzaban ataques
desde más lejos, con su magia? No tenía ningún sentido. Me
incorporé un poco y me mordí el labio. Tampoco podía dejar de
pensar en Sayu, y en la conversación que había tenia con Zarh un
rato antes. “Nadie sabe quien es ni de donde ha salido Lobo
Calavera. Simplemente apareció hace casi dos años, una noche de
Luna Roja, vive en las montañas y hace lo que le da la gana. Solo
hay algo que si sabemos: tiene el mayor control y comunicación con
el Bosque que hayamos visto. Es casi como si fuesen hermanos. Por eso
mandé a Sayu y a Zurdha con él pero... no me paré a pensar en lo
loco que esta, ni en la facilidad que tiene para descuartizar a la
gente. Fui idiota”. Si, algo idiota había sido, pero no iba a
reprocharselo. Probablemente se habrían encontrado con él en la
montaña de todos modos. Me senté en el borde de la cama y me tapé
la cara con las manos. ¿Y si los mataba? ¿Y si los humanos les
encontraban? Zurdha y ella eran buenos guerreros, pero de ahí a
poder con un grupo de magos... Lobo Calavera probablemente no dudaría
en abandonarlos si le apetecía estar solo, o si se le pasaba
cualquier cosa por la cabeza. Me puse en pie. Podía ir a buscarlos.
Suspiré. No, no podía. Si dejaba a Zarh solo con el ejercito ni él
ni su hijo me lo perdonarían jamás. Salí al exterior y miré el
cielo. Las estrellas lo cubrían todo, pero había algo que no me
dejaba estar tranquila. Agudicé el oído y me fije en que era: por
primera vez desde que había nacido, los pájaros no cantaban. El
Bosque estaba en un perpetuo silencio. Y eso era una mala señal.
¿Adonde habrían huido los animales?
Caminé
durante un buen rato por los vacíos y silenciosos caminos de tierra,
y recordé el día en el que le había enseñado todo a Sayu.
––Esperaba
encontrarte despierta––sonó una voz a mis espaldas, y me giré:
era Diarthia, la amada de Zurdha. No pude evitar sonreír al pensar
en como el chico había estallado de alegría cuando ella le dio un
beso en la mejilla.
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Garhio
No
sentía sueño. Llevaba todo el día andando y no me sentía cansado.
Ni siquiera sentía la tierra bajo mis pies descalzos. ¿Era normal
ir descalzo siempre? Me encogí de hombros.
––Perdone,
estoy buscando a Diarthia––dije, en cuanto me percate de que
estaba en un pueblo y vi al primer hombre caminando. Pasó de largo y
ni me contestó.––que borde...––susurré.
Seguí
andando por los caminos de tierra y miré hacia atrás. ¿Como había
sobrepasado sin darme cuenta aquella enorme muralla de ramas?
––..por
la mañana––escuché una voz enfrente de mi.
––Perdona,
yo...––empecé, pero de nuevo volvieron a ignorarme los dos
hombres que habían pasado a mi lado. Fruncí el ceño. Me giré
hacia un tercero que se dirigía hacia mi.
Abrí
la boca para hablar, pero el hombre no se paró, siguió andando y...
y me atravesó. Sentí un vacío y un frío recorrerme en cuanto lo
hizo. ¿Por que había pasado eso? ¿Por que no había chocado contra
mi? Me giré y eché a correr hacia otra persona. Alce un brazo para
intentar tocarle, pero lo atravesé. Sentí como algo se rompía en
mi interior, y de golpe sentí el dolor en el pecho, en la herida, y
una angustia enorme. Caí al suelo de rodillas. ¿Que estaba pasando?
¿Que sucedía? ¿Por que me atravesaban? ¿Estaba soñando? ¿Por
que ni siquiera sabía quien era? ¿Por que tenía un agujero en el
pecho?
––¡¿Puede
alguien verme?!––chillé con todas mis fuerzas, cerrando los
ojos. Vi mis lágrimas cayendo sobre la hierba en cuanto los abrí,
pero no las sentía en mis mejillas.––¡¿Puede alguien oírme?!
No
obtuve respuesta. Me puse en pie y empecé a correr, dando mil
vueltas, mirando a todas partes. Nada me sonaba, no reconocía
absolutamente nada. La cabeza empezó a dolerme. Me sentía confuso.
Y la vi. Estaba de pie junto a una cabaña, hablando con otra mujer.
Sus ojos eran morados. No sabía de que la conocía, pero sabía que
era a ella a quien buscaba. Volví a sentir el dolor en el pecho y la
rabia me recorrió. Corrí hacia ella. Intente agarrarla del brazo,
tirar, pero la atravesaba.
––¡Diarthia
vámonos! ¡Tengo que salvarte!.––no dejaba de intentarlo. Cada
vez que pasaba a través de su piel me sentía más y más cansado,
como si mis energías se agotasen. Me fije en que mi cuerpo era cada
vez mas transparente.
––Están
con Lobo Calavera––dijo la otra mujer.
“Lobo
Calavera. Búscale, él puede verte” dijo de pronto una voz en
mi cabeza. Asentí y eché a correr. Esa vez si fui consciente de que
atravesaba la muralla.
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Lobo
Calavera
“Niah
me odia. Niah me tiene miedo. Le doy asco” no dejaba de sonar
en mi cabeza mi voz, como una melodía sin fin. Y yo no empezaba a
sentir nada por más que me lo repitiese. Sonreí de forma amarga.
¿Que sentía una persona cuando le rechazaban, cuando le hacían
daño emocional? Me puse en pie y me encogí de hombros mientras
salía de la cueva. ¿Que se debía sentir cuando no sabías que
debías sentir? Volví a encogerme de hombros. Era como una especie
de trabalenguas que se alargaba en mi cabeza una y otra vez, desde
que tenía memoria. Una vez había llegado a pensar en la misma frase
treinta y siete “que se debía sentir” seguidos, para preguntarme
que se debía sentir cuando tu estomago rugía como si tuvieses un
hambre atroz y no sabías como sentirte.
––¿Que
se debe sentir cuando no sabes que sentir sobre no saber que sentir
sobre no saber como sentir el hambre?––canturreé en un susurro
mientras me internaba en el corazón del Bosque en busca de Niah.
A
lo mejor si quería verme. A lo mejor no me tenía miedo y la noche
anterior solo había echado a correr por cualquier otro motivo. Rodeé
el lago y me paré ante la roca de la ninfa reina, que me miró en
silencio. Hice una reverencia.
––No
quiere verte––me respondió a la silenciosa pregunta que se
formulaba una y otra vez en mi mente.––Esta dolida por lo que le
has ocultado.
“¿Que
se debe sentir cuando no sabes que sentir sobre no saber que sentir
sobre no saber como sentirte dolido por las mentiras?”, sonó
en mi cabeza, y sonreí, divertido. Era como jugar a seguir a
una mosca con la mirada y no perderte, pero en tu pensamiento y con
palabras: costaba no perderle significado a la frase. Me giré y
empecé a andar de vuelta, solo que esta vez no tenía un rumbo fijo.
¿Como me habría sentido ante aquellas palabras? ¿Habría llorado?
Llorar... ¿habría hecho eso alguna vez en mi vida como humano?
Intenté recordar, pero estaba todo en blanco.
––Si
quieres saber quien eras y como era sentir quédate con Sayu y con
Zurdha––me sorprendió la voz de la reina ninfa cuando ya casi
había vuelto a rodear el lago por tercera vez: estaba dando vueltas
a la orilla sin darme cuenta.
––¿Que
has dicho?––dije, volviendo a la cordura, con tono furioso.
––Quédate
con ellos. Siempre. Serás tu de nuevo.––me contestó,
acercándose a mi.
De
pronto hizo algo que jamás pensé que sería capaz de hacer. Me
agarró las manos con la cara y me retuvo. Volví a sentir aquel
dolor atroz, y la rabia me recorrió. Vi como la piel se me deshacía
e intente zafarme de ella, pero cada vez me apretaba con mas fuerza.
La miré con todo el odio del que fui capaz.
––¡¡SUELTAME!!––Y
le di un empujón con todas mis fuerzas, haciendo que se cayese de la
roca––¡¡¿HABÍA UNA FORMA DE VOLVER A SENTIR Y NO ME LO
HABÍAIS DICHO?!!––chillé, con todas mis fuerzas, apretando los
puños.
La
ira si sabía bien como sentirla. Ira sin más. Cuando encontraba un
rato para mi sentía ira. Cuando me perdía sentía ira. Cuando se
burlaban de mi sentía ira. Cuando veía un humano sentía ira.
Cuando no sabía que sentir durante mucho rato dejaba de ser
divertido y sentía ira. Solo no sentía ira cuando Niah me hablaba,
o cuando se colaba en mis pensamientos. Me giré a toda velocidad y
eché a correr.
––¡No
es eso, Lobo Calavera, no sentirás, solo recordarás!––me gritó,
pero no la escuché. No tenía ganas de hacerlo.
Llegué
al borde del continente, arranqué un arbusto de cuajo y lo tiré al
mar. Agarré un montón de piedras y ramas secas y las tiré también.
Le di patadas al suelo, me tiré contra la hierba y empecé a
patalear. Me puse en pie de un salto.
––¡ERES
UN CAPULLO!––le grité al bosque mientras le daba puñetazos al
árbol más cercano y le arrancaba la corteza a
arañazos.––¡ERES...UN...CAPULLO!––volví a chillar, pasando
esta ves a pegarle patadas a las raíces.
Me
tiré así horas, hasta que Lobo apareció entre la espesura y se
quedó mirándome, en silencio. Empecé a dar vueltas en círculos,
rascándome los huesos de los nudillos: ni siquiera me había
plateado tirarme al agua para recomponerme la piel.
––¡¡TU
LO SABÍAS!!––chillé, señalando a mi amigo. Él se quedó muy
quieto.––¡¡Y NO ME DIJISTE NADA!!
Corrí
hacia él y le pegué un empujón. Ni siquiera se inmutó cuando me
arrodillé y empecé a pegarle puñetazos en el lomo con todas mis
fuerzas. Giró su cabeza hacia mi y me dio un lametazo en el hombro
huesudo. La ira desapareció, y volvió a dejar paso a la nada. Le
agarré la cara y puse mi frente contra la suya.
––No
lo sabía––me
contestó al fin, mirándome con aquellos ojos rojos que habían sido
mi único apoyo durante dos años.
––No
se que hacer, Lobo.––dije en tono neutral.––¿Como me habría
sentido en este caso? ¿como? ¿Solo ira también, sin mas?––Me
aferré fuertemente al pelo de su cabeza mientras él se tumbaba. Me
moví un poco y apoyé mi cabeza en su tripa.
Notaba
su respiración subir y bajar, y cerré los ojos. Ni siquiera soñar
era un alivio, porque yo no había soñado nunca, ¿o si? Pensé en
cuando era humano. ¿Que aspecto había tenido? ¿Había tenido un
nombre, como había dicho Dorian el día anterior? Me quedé dormido.
Abrí
los ojos. Estaba en una cama, en una sala blanca. Me puse en pie y
salí. Un pasillo blanco. Giré a la derecha. Una habitación llena
de vitrinas de cristal con animales dentro, sumergidos en un liquido
amarillo.
––Te
has despertado––sonó una voz a mi derecha y le mire. Era un
hombre alto, rubio, de ojos azules. Tenía una sonrisa perfecta. Se
agachó.––Eres perfecto––dijo, acariciándome la cara. Sus
ojos tenían un brillo de locura.––Eres el hijo genéticamente
perfecto.
Sentí
su abrazo y miré por encima de su hombro. Había un espejo. Era un
niño rubio, con un ojo azul y el otro negro.