viernes, 26 de junio de 2015

Capitulo 23: Hijo perfecto


Capitulo 23: Hijo perfecto
Sayu
Abrí los ojos un rato después de haberme desmayado: el sol empezaba a salir por el horizonte y sonreí. Tenía pinta de que iba a hacer un día bonito, me giré un poco para seguir durmiendo, vi el precipicio y recordé por que estaba allí. Me puse de rodillas, me acerqué al borde y me quedé mirando al lago que había debajo. Lobo Calavera había saltado. Y desde aquella altura nadie podía sobrevivir. Había sido mi culpa, si no me hubiese metido entre Niah y él...
 
––He matado al loco––susurré. ¿Y ahora que íbamos a hacer Zurdha y yo? ¿Podíamos protegernos y escondernos solos?
Me quedé un segundo quieta y noté como me ponía pálida. Me levanté con cuidado y me giré. Al instante choqué con alguien un poco mas alto que yo, y su nariz golpeó con fuerza mi frente. Fruncí el ceño y miré hacía arriba.
 
––¿A quien has matado?––preguntó Calavera, mirándome con una sonrisa, como si lo de hacía un rato no hubiese sucedido. Ni siquiera ya tenía el cuerpo en los huesos, volvía a tener el pelo azul, y su ojo volvía a ser morad. Me eché hacia atrás del susto, sentí como mis pies resbalaban y como mi cuerpo empezaba a caer, pero entonces el me agarró del peto. Mi corazón se desbocó de pánico cuando mire hacia abajo. Me quedé con los pies contra la pared de roca y el cuerpo arqueado hacia abajo, al borde de caer al agua.––Oye, si quieres suicidarte dilo, pero no lo hagas aquí––soltó, como si aquello fuese lo más divertido del mundo. Aferré mis manos contra el brazo que me impedía caer.
 
––¡Eh, tu!––gritó de pronto la furiosa voz de Zurdha, que acababa de salir de la cueva. Vi como corría hacia Lobo––¡Tu no hacer daño a ella!
 
––¡Zurdha, para!––grité con todas mis fuerzas.
 
Lobo Calavera tiró de mi para ayudarme, y me dejó sobre el borde del precipicio mientras se apartaba con las manos en alto y una sonrisa de burla. Me acerqué a mi a amigo y solté un suspiro.
 
––Me estaba saltando, no tirando––le susurré cuando llegue a su lado, y el soltó un suspiro, aliviado.
 
––Saltaste––dije mientras le miraba, confusa. ¿Como había sobrevivido a aquella caída? Era imposible. Él asintió.––¿Por que no estas muerto?
 
Soltó una carcajada y se rascó la cabeza: sus ojos volvían a brillar de locura y me mordí el labio. ¿Por que a veces parecía que si estaba cuerdo y otras no?
 
––No puedo morir.––seguía rascándose la cabeza. Recordaba un poco a un lobo. Se puso de cuclillas y empezó a mirar el suelo, distraído, como si se hubiese vuelto a olvidar de que estábamos allí. Ni siquiera pareció percatarse de que Zurdha y yo volvíamos a mirarle como si estuviese loco.––Bueno...––continuó Lobo Calavera después de un rato en silencio––¿Por que el Bosque os ha traído aquí?
 
––Para proteger a Zurdha––dije sin pensar, y vi como mi amigo se sonrojaba y apretaba los puños. Él no creía que necesitase protección.––Y porque debo aprender a controlar el Bosque, pero no se como..
 
Lobo Calavera reaccionó ante mis palabras, abrió mucho los ojos, se puso en pie y empezó a dar saltos, impaciente.
 
––¡Yo si, yo si se!––gritó, y antes de que pudiese contestarle nada me agarró del brazo y me acercó al precipicio. Me dedicó una gran sonrisa de felicidad––¡Salta!
 
––¿Que?––pregunté, atónita y él asintió con la cabeza––¡No!––le chillé, pero entonces el me empujó.
 
Caí de espaldas y estiré el brazo derecho, intentando aferrar la mano que Zurdha me tendía. Mis dedos rozaron los suyos, pero no conseguí agarrarle. Me giré para intentar caer de cabeza y hacerme menos daño. Nada más ver el agua acercándose a toda velocidad supe que iba a morir. Era totalmente imposible sobrevivir a aquello. Pensé en Lurca. Pensé en su sonrisa, en su voz, en sus labios y en aquella noche mágica. Recordé el día en el que me había salvado. ¿Por que no podía estar con ella ahora? Sentí un profundo odio hacia los humanos, hacia mi raza. Era su culpa. Ni siquiera sabía si Lurca estaba con vida. Cerré los puños y los ojos con fuerza en el instante en el que me sumergí en el agua, esperando un dolor atroz, mayor al que había experimentado cuando había saltado al río para huir de los monos, pero no sentí nada. ¿Habría muerto directamente por el impacto sin sentir dolor? Abrí los ojos: el agua se había vuelto roja. Debía ser por mi sangre. ¿Seguía consciente o era todo una ilusión? Moví un brazo. El agua estaba fría, muy fría. Notaba como el peso de mi ropa mojada tiraba con fuerza hacia el fondo. ¿Estaba viva? Empecé a hacer acopió de todas mis fuerzas y nadé hacia la superficie.

 
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Zurdha
 
––¡Tu deber decir antes de tirar ella al agua, pedazo burro!––grité con todas mis fuerzas mientras bajaba a toda velocidad la ladera de la montaña. Tenía el corazón desbocado.
 
––¡Pero entonces no sería divertido!––escuché su voz detrás de mi, entre carcajadas. ¿Como podía resultare divertido meterle a alguien semejante susto?
 
Llegamos a la linde del Bosque enseguida, derrapé y eché a correr de nuevo por el camino que llevaba al Corazón del Bosque, mientras Lobo Calavera me adelantaba. Era mucho más rápido que yo. Mucho más rápido que cualquier ser vivo que hubiese visto. ¿Sería cierto eso de que no podía morir? Llegamos a la orilla del lago justo cuando Sayu salía del agua, con gesto visiblemente enfadado. En cuanto vio a Lobo Calavera echó a correr hacía él, y me puse en medio para pararla.
 
––¡Espera, no!––grité, agarrándola del brazo. Ella intentó zafarse con todas sus fuerzas, pero estábamos bastante igualados.
 
––¡Ha intentado matarme!––chilló con rabia, y me miró sin comprender––¡Es un milagro que este viva! ¿A caso se lo vas a perdonar?
 
––¡Él no intentar matarte, espera, no le pegues!––le contesté, y ella se paró, mirándome confusa mientras Lobo Calavera se caía al suelo y empezaba a rodar de la risa. La verdad es que daba la impresión de que su intención si había sido esa––Él ser un burro, pero él hacer lo correcto. Yo no saber que ser para esto, pero cuando elfos tener cinco años, padres traer aquí y hacer saltar desde montaña. Si Bosque dejar que tu caer en agua, Bosque dejar que tu controlarlo. Si Bosque atrapar tu con rama y dejar en el suelo, Bosque no querer tu.
 
Me miró con el ceño fruncido, pero mi explicación pareció bastarle. Soltó todo el aire y noté como se relajaba. Se sentó en la hierba y miró al otro chico, que todavía lloraba de la risa mientras intentaba ponerse de pie.
 
––Estas loco––le acusó, pero él no le prestaba atención. Me senté a su lado y me miró––¿Y hay muchos a los que el Bosque no acepta?
 
––Bueno...––suspiré e intenté hacer memoria sobre lo que nos habían contado aquel día.––No. De hecho, en historia de elfos, solo haber uno. Hace casi cuarenta años.
 
––¿Y que fue de él?––preguntó.
 
––Él fugarse a día siguiente––me encogí de hombros––Bosque ofender su orgullo, él decidir solo. Nosotros tratar él como uno más, no ser como humanos que expulsar a humano distinto.
Asintió con la cabeza y se quedó pensativa, yo me encogí de hombros para quitarle importancia. 
 
––Entonces... ¿ya puedo controlar el Bosque?––volvió a preguntar y la miré. Tenía un brillo de melancolía en la mirada: echaba de menos a Lurca. Y la entendía. Yo también lo hacía, y a mi padre y a mi madre.
 
––¡No!––gritó de pronto Lobo Calavera, asustándonos. Se había puesto en pie y se había quedado muy serio––¡No! ¡No! ¡No! ¡No!––volvió a gritar con furia y tragué saliva. Tuve la inmediata sensación de que iba a volverse loco y a matarnos, pero su gesto se suavizo––No es tan fácil.––Sonrió, como si no nos hubiese gritado segundos antes––Tenéis que practicar.
 
––¿Tenemos?––¿Los dos? Yo ya sabía controlar el Bosque. Él se río ante mi incredulidad.
 
––Si, los dos––me contestó, como si me hubiese podido leer la mente. Me quedé quieto y dejé la mente en blanco. No sabía que tipo de “poderes” podía tener un chamán.––El príncipe del Bosque y su general––continuó, con un tono burlón, como si aquellos títulos fuesen motivo de risa. Sayu y yo nos miramos. ¿Por eso mi padre nos había mandado juntos?––Yo os entrenaré.
 
Sayu no pudo contener una carcajada y Lobo Calavera frunció el ceño, visiblemente ofendido.
 
––¿Que vas a poder enseñarnos tu?––De pronto la tierra empezó a temblar y nos quedamos quitos. En cuanto Lobo Calavera dejó de sonreír, el terremoto paró.
 
––A hacer eso.
 
Miré a mi amiga, sorprendido. ¿Había sido una casualidad o de verdad él había hecho aquello? Volvimos a mirarle y asentimos.

 
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Zarh
 
El sonido del acero contra el acero. De los gritos, de la sangre derramada. El sonido de la guerra. Alcé mi arma para cortarle el cuello al humano que había caído frente a mis pies: había logrado tirarlo tras partir su espada. Dejé caer el brazo, pero antes de rozarle todo el Bosque empezó a temblar, y de pronto una raíz atravesó la cabeza del mago. Miré a mi alrededor, algo confuso, y vi como el Bosque atacaba y mataba a todos los humanos. ¿Quien había hecho aquello? ¿Quien tenía control suficiente para pedirle aquel uso de energía al Bosque? Bajé mi arma y vi por el rabillo del ojo el vuelo de una túnica azul. Sentí la cólera en mis entrañas y corrí detrás de aquel humano que se había librado, sabiendo perfectamente quien debía ser. Le di alcance en el claro de entrenamiento. En cuanto sintió mi presencia se giró, entre carcajadas. Tenía los ojos azules inyectados en sangre. Me puse en frente y lancé un tazo contra su pecho. No se molestó en esquivarlo, y la sangre brotó de su cuerpo al césped. Se miró la herida y soltó una carcajada.
 
––¿Ay?––dijo con sorna, y me esforcé por controlar mi ira. Levanté el arma y la puse contra su cuello, obligándole a juntar su espalda con el tronco de un árbol.––¡Oh, dios, no me mates!––suplicó en broma, y volvió a reír.
 
––¿Que le hiciste a mi hijo?––pregunté en un tono amenazador, y el se quedó quieto, confuso. Después volvió a reír.
 
––¿Oh, al lobito pelirrojo?––dijo en tono burlón, y apreté más el filo de mi arma contra su garganta. Un pequeño hilo rojo escarlata se deslizó por su piel morena.––Yo le di una gran oportunidad de ver la vida de otro modo––me contestó y volvió a reir. Me ponía de los nervios. No parecía importarle que podía matarlo enseguida.
 
––¿Por que buscabais a Sayu?––Abrió mucho los ojos y estalló en carcajadas.
 
––¿Así se hace llamar? ¡QUEE MOONAA!––gritó, con todas sus fuerzas. Apreté con fuerza la empuñadura de mi espada y me planteé arrancarle la cabeza sin dejarle contestar.––¡Pues para darle su castigo! Pero, oh... la habéis llevado con el loco ese de los huesos. Con el chiflado de la montaña. Que buena pareja hacen. Tal para cual, loco para loca, herm..––se cortó, y se echó a reír de nuevo. Las lágrimas empezaron a recorrer su rostro––¡Que bien que tu hijo se fuese con ellos! ¡Sera un visto y no visto! ¡Adiós principito! ¡No tendremos ni que buscarlo para matarlo, lo harán ellos dos!
 
¿Sayu matando a Zurdha? Ni en sus mejores sueños. Hice un giro de muñeca y le rajé el cuello de lado a lado, salpicándome el pero con su repugnante sangre. Escupí en el suelo antes de que el cayese sobre la hierba. Alcé el arma para clavarla en su cabeza, pero fue más rápido, dijo algo y desapareció. Bajé de nuevo el arma y me quedé mirando el charco de sangre que había dejado: si no hubiese sido un mago, habría estado condenado, pero no dudaba en que para ellos no iba a ser un problema curarlos. Miré al cielo. Estaba empezando a anochecer. Todos los humanos que hubiesen sobrevivido debían estar retirándose. Me giré y volvía toda prisa al poblado. Segundo día de guerra terminado. Entré en la muralla todo lo rápido que pude, y en cuanto no quedó nadie fuera el Bosque cerró las puertas de ramas. Me dirigí a mi casa, en silencio.
 
––¡Zarh!––escuché de pronto la voz de Lurca, y me giré hacia ella.––¿Adonde fuiste? De pronto echaste a correr. Temí no poder protegerte desde la muralla.
 
––Vi al tío de Sayu––le contesté, y ella abrió los ojos, sorprendida. Yo tampoco me había esperado que aquel hombre fuese a dejarse ver. Lurca abrió y cerró la boca y le dirigí una sonrisa––escapó.––Se mordió el labio. Me siguió dentro de la cabaña y se sentó conmigo en el suelo.––Se ha burlado de mi diciendo que Sayu y Lobo Calavera matarán a Zurdha––le admití, al cabo de un rato en silencio, y se quedó mirándome.
 
––Sayu jamás le haría daño––me contestó rápidamente, y asentí para darle a entender que lo sabía.––Pero en cuanto a Lobo Calavera...

 
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Lurca
 
No podía dormir. Me giré de nuevo hacia el costado izquierdo y solté un suspiro. Llevaba casi dos horas dando vueltas en la cama, no podía de quitarme de la cabeza la guerra. Habíamos perdido ya casi a doscientos elfos. Los humanos debían haber perdido el triple. Me giré y miré al techo. ¿Por que enviaban a tantos magos contra la muralla y los dejaban a nuestra vista? ¿Por que no lanzaban ataques desde más lejos, con su magia? No tenía ningún sentido. Me incorporé un poco y me mordí el labio. Tampoco podía dejar de pensar en Sayu, y en la conversación que había tenia con Zarh un rato antes. “Nadie sabe quien es ni de donde ha salido Lobo Calavera. Simplemente apareció hace casi dos años, una noche de Luna Roja, vive en las montañas y hace lo que le da la gana. Solo hay algo que si sabemos: tiene el mayor control y comunicación con el Bosque que hayamos visto. Es casi como si fuesen hermanos. Por eso mandé a Sayu y a Zurdha con él pero... no me paré a pensar en lo loco que esta, ni en la facilidad que tiene para descuartizar a la gente. Fui idiota”. Si, algo idiota había sido, pero no iba a reprocharselo. Probablemente se habrían encontrado con él en la montaña de todos modos. Me senté en el borde de la cama y me tapé la cara con las manos. ¿Y si los mataba? ¿Y si los humanos les encontraban? Zurdha y ella eran buenos guerreros, pero de ahí a poder con un grupo de magos... Lobo Calavera probablemente no dudaría en abandonarlos si le apetecía estar solo, o si se le pasaba cualquier cosa por la cabeza. Me puse en pie. Podía ir a buscarlos. Suspiré. No, no podía. Si dejaba a Zarh solo con el ejercito ni él ni su hijo me lo perdonarían jamás. Salí al exterior y miré el cielo. Las estrellas lo cubrían todo, pero había algo que no me dejaba estar tranquila. Agudicé el oído y me fije en que era: por primera vez desde que había nacido, los pájaros no cantaban. El Bosque estaba en un perpetuo silencio. Y eso era una mala señal. ¿Adonde habrían huido los animales?
 
Caminé durante un buen rato por los vacíos y silenciosos caminos de tierra, y recordé el día en el que le había enseñado todo a Sayu.
 
––Esperaba encontrarte despierta––sonó una voz a mis espaldas, y me giré: era Diarthia, la amada de Zurdha. No pude evitar sonreír al pensar en como el chico había estallado de alegría cuando ella le dio un beso en la mejilla.

 
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Garhio
 
No sentía sueño. Llevaba todo el día andando y no me sentía cansado. Ni siquiera sentía la tierra bajo mis pies descalzos. ¿Era normal ir descalzo siempre? Me encogí de hombros.
 
––Perdone, estoy buscando a Diarthia––dije, en cuanto me percate de que estaba en un pueblo y vi al primer hombre caminando. Pasó de largo y ni me contestó.––que borde...––susurré.
Seguí andando por los caminos de tierra y miré hacia atrás. ¿Como había sobrepasado sin darme cuenta aquella enorme muralla de ramas?
 
––..por la mañana––escuché una voz enfrente de mi.
 
––Perdona, yo...––empecé, pero de nuevo volvieron a ignorarme los dos hombres que habían pasado a mi lado. Fruncí el ceño. Me giré hacia un tercero que se dirigía hacia mi.
 
Abrí la boca para hablar, pero el hombre no se paró, siguió andando y... y me atravesó. Sentí un vacío y un frío recorrerme en cuanto lo hizo. ¿Por que había pasado eso? ¿Por que no había chocado contra mi? Me giré y eché a correr hacia otra persona. Alce un brazo para intentar tocarle, pero lo atravesé. Sentí como algo se rompía en mi interior, y de golpe sentí el dolor en el pecho, en la herida, y una angustia enorme. Caí al suelo de rodillas. ¿Que estaba pasando? ¿Que sucedía? ¿Por que me atravesaban? ¿Estaba soñando? ¿Por que ni siquiera sabía quien era? ¿Por que tenía un agujero en el pecho?
 
––¡¿Puede alguien verme?!––chillé con todas mis fuerzas, cerrando los ojos. Vi mis lágrimas cayendo sobre la hierba en cuanto los abrí, pero no las sentía en mis mejillas.––¡¿Puede alguien oírme?!
 
No obtuve respuesta. Me puse en pie y empecé a correr, dando mil vueltas, mirando a todas partes. Nada me sonaba, no reconocía absolutamente nada. La cabeza empezó a dolerme. Me sentía confuso. Y la vi. Estaba de pie junto a una cabaña, hablando con otra mujer. Sus ojos eran morados. No sabía de que la conocía, pero sabía que era a ella a quien buscaba. Volví a sentir el dolor en el pecho y la rabia me recorrió. Corrí hacia ella. Intente agarrarla del brazo, tirar, pero la atravesaba.
 
––¡Diarthia vámonos! ¡Tengo que salvarte!.––no dejaba de intentarlo. Cada vez que pasaba a través de su piel me sentía más y más cansado, como si mis energías se agotasen. Me fije en que mi cuerpo era cada vez mas transparente.
 
––Están con Lobo Calavera––dijo la otra mujer.
 
“Lobo Calavera. Búscale, él puede verte” dijo de pronto una voz en mi cabeza. Asentí y eché a correr. Esa vez si fui consciente de que atravesaba la muralla.


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Lobo Calavera
 
Niah me odia. Niah me tiene miedo. Le doy asco” no dejaba de sonar en mi cabeza mi voz, como una melodía sin fin. Y yo no empezaba a sentir nada por más que me lo repitiese. Sonreí de forma amarga. ¿Que sentía una persona cuando le rechazaban, cuando le hacían daño emocional? Me puse en pie y me encogí de hombros mientras salía de la cueva. ¿Que se debía sentir cuando no sabías que debías sentir? Volví a encogerme de hombros. Era como una especie de trabalenguas que se alargaba en mi cabeza una y otra vez, desde que tenía memoria. Una vez había llegado a pensar en la misma frase treinta y siete “que se debía sentir” seguidos, para preguntarme que se debía sentir cuando tu estomago rugía como si tuvieses un hambre atroz y no sabías como sentirte.
 
––¿Que se debe sentir cuando no sabes que sentir sobre no saber que sentir sobre no saber como sentir el hambre?––canturreé en un susurro mientras me internaba en el corazón del Bosque en busca de Niah.
 
A lo mejor si quería verme. A lo mejor no me tenía miedo y la noche anterior solo había echado a correr por cualquier otro motivo. Rodeé el lago y me paré ante la roca de la ninfa reina, que me miró en silencio. Hice una reverencia.
 
––No quiere verte––me respondió a la silenciosa pregunta que se formulaba una y otra vez en mi mente.––Esta dolida por lo que le has ocultado.
 
“¿Que se debe sentir cuando no sabes que sentir sobre no saber que sentir sobre no saber como sentirte dolido por las mentiras?”, sonó en mi cabeza, y sonreí, divertido. Era como jugar a seguir a una mosca con la mirada y no perderte, pero en tu pensamiento y con palabras: costaba no perderle significado a la frase. Me giré y empecé a andar de vuelta, solo que esta vez no tenía un rumbo fijo. ¿Como me habría sentido ante aquellas palabras? ¿Habría llorado? Llorar... ¿habría hecho eso alguna vez en mi vida como humano? Intenté recordar, pero estaba todo en blanco.
 
––Si quieres saber quien eras y como era sentir quédate con Sayu y con Zurdha––me sorprendió la voz de la reina ninfa cuando ya casi había vuelto a rodear el lago por tercera vez: estaba dando vueltas a la orilla sin darme cuenta. 
 
––¿Que has dicho?––dije, volviendo a la cordura, con tono furioso.
 
––Quédate con ellos. Siempre. Serás tu de nuevo.––me contestó, acercándose a mi.
 
De pronto hizo algo que jamás pensé que sería capaz de hacer. Me agarró las manos con la cara y me retuvo. Volví a sentir aquel dolor atroz, y la rabia me recorrió. Vi como la piel se me deshacía e intente zafarme de ella, pero cada vez me apretaba con mas fuerza. La miré con todo el odio del que fui capaz.
 
––¡¡SUELTAME!!––Y le di un empujón con todas mis fuerzas, haciendo que se cayese de la roca––¡¡¿HABÍA UNA FORMA DE VOLVER A SENTIR Y NO ME LO HABÍAIS DICHO?!!––chillé, con todas mis fuerzas, apretando los puños.
 
La ira si sabía bien como sentirla. Ira sin más. Cuando encontraba un rato para mi sentía ira. Cuando me perdía sentía ira. Cuando se burlaban de mi sentía ira. Cuando veía un humano sentía ira. Cuando no sabía que sentir durante mucho rato dejaba de ser divertido y sentía ira. Solo no sentía ira cuando Niah me hablaba, o cuando se colaba en mis pensamientos. Me giré a toda velocidad y eché a correr.
 
––¡No es eso, Lobo Calavera, no sentirás, solo recordarás!––me gritó, pero no la escuché. No tenía ganas de hacerlo.
 
Llegué al borde del continente, arranqué un arbusto de cuajo y lo tiré al mar. Agarré un montón de piedras y ramas secas y las tiré también. Le di patadas al suelo, me tiré contra la hierba y empecé a patalear. Me puse en pie de un salto.
 
––¡ERES UN CAPULLO!––le grité al bosque mientras le daba puñetazos al árbol más cercano y le arrancaba la corteza a arañazos.––¡ERES...UN...CAPULLO!––volví a chillar, pasando esta ves a pegarle patadas a las raíces.
 
Me tiré así horas, hasta que Lobo apareció entre la espesura y se quedó mirándome, en silencio. Empecé a dar vueltas en círculos, rascándome los huesos de los nudillos: ni siquiera me había plateado tirarme al agua para recomponerme la piel.
 
––¡¡TU LO SABÍAS!!––chillé, señalando a mi amigo. Él se quedó muy quieto.––¡¡Y NO ME DIJISTE NADA!!
 
Corrí hacia él y le pegué un empujón. Ni siquiera se inmutó cuando me arrodillé y empecé a pegarle puñetazos en el lomo con todas mis fuerzas. Giró su cabeza hacia mi y me dio un lametazo en el hombro huesudo. La ira desapareció, y volvió a dejar paso a la nada. Le agarré la cara y puse mi frente contra la suya.
 
––No lo sabía––me contestó al fin, mirándome con aquellos ojos rojos que habían sido mi único apoyo durante dos años.
 
––No se que hacer, Lobo.––dije en tono neutral.––¿Como me habría sentido en este caso? ¿como? ¿Solo ira también, sin mas?––Me aferré fuertemente al pelo de su cabeza mientras él se tumbaba. Me moví un poco y apoyé mi cabeza en su tripa. 
 
Notaba su respiración subir y bajar, y cerré los ojos. Ni siquiera soñar era un alivio, porque yo no había soñado nunca, ¿o si? Pensé en cuando era humano. ¿Que aspecto había tenido? ¿Había tenido un nombre, como había dicho Dorian el día anterior? Me quedé dormido.

 
Abrí los ojos. Estaba en una cama, en una sala blanca. Me puse en pie y salí. Un pasillo blanco. Giré a la derecha. Una habitación llena de vitrinas de cristal con animales dentro, sumergidos en un liquido amarillo.
 
––Te has despertado––sonó una voz a mi derecha y le mire. Era un hombre alto, rubio, de ojos azules. Tenía una sonrisa perfecta. Se agachó.––Eres perfecto––dijo, acariciándome la cara. Sus ojos tenían un brillo de locura.––Eres el hijo genéticamente perfecto.
 
Sentí su abrazo y miré por encima de su hombro. Había un espejo. Era un niño rubio, con un ojo azul y el otro negro.

miércoles, 24 de junio de 2015

Capitulo 22: El corazón


Capitulo 22: El corazón
 
Garhio
 
Abrí los ojos. Me encontraba tumbado sobre la hierba. Miré a mi alrededor. No recordaba nada. ¿Quien era? ¿Donde estaba? ¿Por que no recordaba nada? Me puse en pie y me miré. Llevaba puestos unos pantalones beige y una camisa del mismo color. A la altura de mi pecho, donde debía estar mi corazón, había un agujero limpio que me atravesaba de parte a parte. Metí la mano. No dolía. ¿Por que no dolía, y no sangraba? ¿Por que estaba allí? Di un paso, torpe, y después otro, mas seguro: no me encontraba sin fuerzas. Miré al cielo. Estaba amaneciendo. La mitad de lo que veía era un manto de estrellas, después, el color oscuro iba en degradado hasta el naranja del sol. “Que bonito” pensé. No me entraron ganas de sonreír. Que fuese bonito no me hacía sentir nada. Bajé de nuevo la cabeza y me miré las manos. Eran blancas y etéreas, no parecían que estuviesen allí. Seguí caminando por el Bosque, en busca de algo. ¿De que? No lo sabía, pero en mi cabeza no dejaba de sonar un nombre. “Diarthia, esta en peligro. Diarthia, tienes que salvarla” me mordí el labio. Ni siquiera me sonaba familiar. ¿Sería chico o chica? ¿Sabría el dueño de ese nombre quien era yo? Suspiré. ¿Había sido la vida siempre igual de vacía que ahora?
 
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Lobo Calavera
 
Estaba tumbado en el suelo del Bosque en el que empezaban las montañas, con Lobo a mi lado. Habían pasado ya los tres días, y debía quedar poco para que mis invitados llegasen. Suspiré. No dejaba de pasarseme por la cabeza lo que había pasado con Niah. Me incorporé sobre mis hombros, arqueando la espalda, y miré al cielo. Había sido mi primera vez, nuestra primera vez, y no había sentido absolutamente nada. Apreté los puños. ¿Por que no había podido pasar antes de que me sucediese aquello? Miré a un lado y me mordí el labio. Tal vez si hubiese pasado me habría sentido molesto por la falta de dulzura de Niah, pero ella no tenía la culpa. Las ninfas eran así. Su forma de amar era pura pasión, puro calor: solo eran capaces de sentir eso por una persona en su vida. Cerré los ojos. Ella lo sentía por mi, y en ese sentido yo no la correspondía. No sentía pasión ni desenfreno, solo deseo cuando veía su cuerpo y amor cuando pensaba en ella o estaba cerca.
El sonido de unos pasos me sacó de mis pensamientos, me levante de un salto y me puse en guardia. Lobo me imitó, y empezó a gruñirle a la espesura. Al instante, la semihumana y el elfo aparecieron. Me miraron con los ojos abiertos, y adopté una postura aburrida. ¿Un crío? La semihumana sabía que era de mi edad, pero, ¿me mandaban proteger a un elfo enano? No debía tener mas de trece años. Solté una carcajada.
 
––¿De que te ríes?––preguntó ella y dejé de hacerlo. La miré a los ojos y le dedique una tierna y perfecta sonrisa burlona.
 
––No me esperaba que el elfo fuese un crío––dije únicamente.
 
––¡Mi no ser un crío!––gritó él, frunciendo el ceño con rabia, y no pude volver a echarme a reír.
 
––¿Y si tu no ser un crío, por que hablas así?
 
El elfo empezó a andar hacia mi, con los ojos llenos de rabia, pero la semihumana se puso en medio de los dos y me lanzó una mirada de odio. Volví a sonreír. Que divertido. No se me había ocurrido que estar con más gente significaba bromas fáciles y graciosas.
 
––Parad––dijo ella, y el chico se quedó quieto. Me miró a los ojos––Se supone que debemos estar aquí contigo, creo que lo mínimo que puedes hacer es tratarnos bien.
 
––Tratarlas bien, eso no estaba en las normas del Bosque––dijo Lobo, y le miré con una sonrisa.
 
––Lo se, pero eso ellos no lo saben, ni tienen por que saberlo
 
Le guiñé un ojo y noté como sonreía. Se sentó en el suelo y empezó a rascarse el cuello con la pata derecha trasera. Sacudí la cabeza y volví a mirar a mis invitados. Nos miraban a Lobo y a mi de forma intermitente, como si estuviese loco, y me encogí de hombros. Era normal que ellos no supiesen que aquel lobo podía hablarme con pensamientos. No le di importancia.
 
––Bueno, ¿y quien es el elfito?––pregunté tras un bostezo. 
 
Me sentía aburrido y tenía las piernas entumecidas de estar quieto. Tenía ganas de moverme, de acción, y tuve que controlarme para no echar a correr hacia algún lugar. Me puse a dar pequeños saltos para aliviar la tensión que sentía.
 
––Tu no llamar a mi así, por favor––contestó el de forma mordaz, y me controlé para no soltar otra carcajada mientras dejaba de saltar. Una cosa era pasarlo bien, y otra faltarles al respeto tanto que se marchasen: debía cumplir el mandato del Bosque.––Yo ser Zurdha.
 
Asentí con la cabeza en señal de comprensión. Les hice un gesto y empecé a andar hacia el camino de tierra que serpenteaba entre las dos montañas y daba al corazón del Bosque. Miré atrás un par de veces para ver que nos seguían a Lobo y a mi, y sonreí. Me giré del todo para observarles, y me puse a caminar hacia atrás para no tener que parar. 
 
––Deduzco que habéis venido con un propósito además del que el Bosque me ha dicho––les dije, y me miraron frunciendo el ceño.
 
––¿El Bosque te habla a ti?––preguntó la semihumana y se miraron entre ellos.––pero si eres humano.
 
Me paré en seco y empecé a reír. Sentía como todo mi cuerpo se convulsionaba por las carcajadas y caí al suelo, llorando. Aquello si que tenía gracia. Yo un humano. Tal vez lo había sido antes, pero ahora estaba claro que no. Lo único que podría haber sido más gracioso que aquello es que me hubiesen llamado ser vivo. Tardé al menos cinco minutos en dejar de reír y retorcerme en el suelo, y entonces, con algo de esfuerzo pues me fallaban las piernas, me puse en pie. Mis invitados me miraban con miedo, como si yo estuviese loco o algo. Alcé una mano hacia ellos para indicarles que esperasen un segundo. Me enjuagué las lágrimas y cogí aire. Me puse recto.
 
––No soy un humano––logré decir, y fruncieron el ceño. No parecían creerse ni una de mis palabras y solté un bufido.
 
––¿No? Usas la magia y...
 
––No soy un humano.––Repetí de forma mordaz para que me dejase hablar––lo fui, eso es obvio. Pero no lo soy. Soy un siervo del Bosque.
 
––¿Tu ser un...que?––preguntó el elfo, perplejo. Parecía que no hubiesen escuchado esas palabras en su vida.
 
Sacudí la cabeza y empecé a dar vueltas en círculos, nervioso. ¿No era sabido por todos los elfos la existencia del chamán? ¿No eran de esas cosas que se les contaba a los críos cuando empezaban a andar? Suspiré. Al parecer no. No me apetecía explicárselo. Negué de nuevo con la cabeza, dándoles las espalda y me crucé de brazos. No me apetecía. No era justo. ¿No era suficiente mi tortura que encima nadie sabía de mi existencia ni reconocía mi labor. Miré al suelo y le di una patada. “Bosque, eres un cabrón. ¿Por que te llevas todo el merito? ¡Quiero mi reconocimiento!” grité en mi cabeza, y escuche como Lobo se reía de mi. Me giré a toda velocidad y le propiné una patada. Cayó al suelo, rodó un poco y se hizo una bola, visiblemente ofendido. Me volví a girar hacia mis invitados, que empezaban a andar lentamente hacia atrás, como si quisiesen irse. Me acerqué rápido, me puse entre los dos y coloqué los brazos encima de sus hombros, obligándoles a seguir el camino conmigo.
 
––No os vayáis, no estoy loco, lo juro––les dije en un susurro, y me miraron como si no tuviesen aquello del todo claro––No os voy a matar.––me imaginé la idea en mi cabeza, de descuartizarlos como solía hacer con los humanos y dárselos de comer a Lobo, y me imagine como el Bosque me condenaría a sufrir yo ese dolor un día tras otro sin morir. Temblé un poco y sonreí, pero paré al instante al darme cuenta de que los estaba asustando más.––Soy el chamán del Bosque.––al ver su mirada confirmé mis sospechas de que no sabían nada. Chasqueé la lengua y me aparte de ellos––El Bosque no es capaz de recuperar las almas de los seres vivos que mueren en él, pero necesita consumir sus cuerpos. Con alma no puede hacerlo, así que yo voy, les quito el alma y él se alimenta. Soy como el intermediario que devuelve las almas a sus raíces––me encogí de hombros. Sonaba a algo precioso, pero no lo era. Me abstuve de contarles como debía destrozar sus corazones para sacar el alma.
 
––Entonces, cuando mataste a Garhio...––dijo la chica, y agachó la cabeza. Parecía que me creían.
 
––Cogí su alma. Y además la usé para curar a su hermana. También puedo hacer eso. Si dos personas se quieren, y uno esta moribundo y el otro herido, puedo usar el poder del Bosque, el alma del moribundo y mi magia para curar al herido.
 
El elfo me miró con los ojos abiertos, y vi un brillo de agradecimiento en sus ojos. Fruncí el ceño. Me acerqué a él dando zancadas, le cogí la cara y la levanté para que me mirase. Me acerqué mas y nuestras frentes se chocaron. Le mire a un ojo y a otro. Los tenía de colores distintos. Vi su expresión de miedo, y al instante vi como me golpeaba con los puños para apartarse de mi. Capté la indirecta y le solté. Se rascó las mejillas, visiblemente dolido.
 
––Eres heterocromatico.––solté, como si aquello fuese lo más importante que había visto en mi vida. Miré a un lado y al otro, me agaché, cogí una piedra y sin motivo alguno la lancé contra la ladera de una de las montañas.
 
––Si...––susurró él, mirándome sin comprender que tenía eso de relevante. Me encogí de hombros.
 
––Que guay. Somos hermanos de heterocromía.––le sonreí, como si de pronto me cayese genial.
 
––¿Y como te convertiste en el... chamán?––preguntó la chica, y la miré. Por un instante se me había olvidado que ella también estaba ahí.
 
––Bueno. Se que me escapaba de casa para ver el Bosque. Sentía curiosidad con la prohibición de los humanos––fruncí el ceño, intentando recordar como eran mis padres y las palabras exactas con las que me prohibían entrar. Mi mente estaba en blanco––Y conocí a Niah, es una ninfa. Me enamoré, y me salvó de un jabalí––me mordí el labio––no, al revés. Me salvó del jabalí y me enamoré. Ella me salvó porque me vio y se enamoró.––me acerqué a la ladera de la montaña y empecé a rascar el muro de piedra para afilarme las uñas––ocho días después me atacó un lobo. Intenté escapar hacia el Bosque, sabía que ella me salvaría, pero... no se. Me alcanzó. No se por qué.
 
––Josh...––susurró de pronto la humana y me giré para mirarla. Noté un espasmo dentro de mi. Me sonaba. Ese nombre me sonaba.
 
––Bueno.––continué apartando la mirada. Al instante se me olvidó que había dicho que me hubiese hecho reaccionar.––El lobo me arrancó la piel a tiras. Toda. Me dejó solo los huesos y los órganos. Lo sentí todo. Aún latía mi corazón a pesar de no tener piel. El Bosque me dijo que me mantendría vivo si le servía. Pensé en Niah. Dije que si, y aquí estoy.
 
––¿Como te llamabas cuando eras humano?––pregunto la chica, y la miré, parpadeando, sin comprender.
 
––¿Como que como me llamaba?
 
––Pues eso. Que cual era tu nombre.
 
Miré al cielo. ¿Nombre? No, no. Estaba seguro de que yo no había tenido de eso. Lo recordaría. Me mordí el labio. O espera, ¿si? Fruncí el ceño con más fuerza. Al instante me perdí. ¿En que estaba pensando? Me sonó el estomago, me giré un poco y vi a Lobo. Me giré de nuevo y vi a mis invitados, y recordé que estaba haciendo allí.
 
––¡Ah! ¿Que hacemos parados? ¡Vamos! ¡Debemos llegar al corazón!
 
La semihumana abrió la boca, confusa, pero la cerró al instante. Ella y el elfo me siguieron lo que quedaba de camino, andando detrás de mi, con cautela, dispuestos a echar a correr en cualquier segundo.
 
Alcanzamos el corazón al cabo de unos minutos, y se quedaron parados, con la boca abierta.
 
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Zurdha
 
Estaba loco. Ese chico definitivamente estaba loco. No costaba nada deducirlo cuando veías que hablaba solo o daba patadas al aire. Te lo confirmaba cuando se perdía hablando o se olvidaba de lo que le habías dicho. Miré a Sayu varias veces mientras lo seguíamos, suplicando con la mirada que nos fuésemos de allí. Quería volver al pueblo. Quería saber si todos estaban bien, no estar con un chalado que se reía de mi. Me hacía sentir como el resto de elfos del pueblo antes de convertirme en guerrero, y mi instinto me pedía a gritos darle un buen puñetazo. Lobo Calavera nos guió por el camino que había entre las dos montañas, hasta un enorme claro lleno de árboles tan altos como estas. En el centro había un enorme lago, con las aguas oscuras por su profundidad. Me quedé quieto, muy quieto. La luciérnagas, de todos los colores, danzaban rozando el agua. Miré al cielo, a pesar de ser de día, lo único que se veía era un cielo estrellado y el brillo de una enorme luna roja iluminándolo todo. ¿Cuando había pasado el cielo azul y soleado a convertirse en una noche con luna? Sacudí la cabeza y miré al frente. Me quedé boquiabierto. En la otra orilla había un grupo de mujeres, sentadas sobre rocas o tumbadas sobre la hierba. Tenían la piel blanquecina, como la de una perla, y el pelo de distintos colores. Pero lo que me fascinó no fue aquello: estaban completamente desnudas. Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo. Era la primera vez que veía a una mujer desnuda. No pude evitar sonrojarme y sentirme violento. Agaché la cabeza. Lobo nos condujo a través de la espesura hasta la orilla donde se encontraban aquellas mujeres que deduje que eran las ninfas que había mencionado antes. Nada más aparecer ante ellas, una se levantó y se lanzó sobre los brazos de Lobo Calavera, y él la abrazó con ternura. Debía ser Niah.
 
––Bienvenido, Principie del Bosque––dijo la ninfa que estaba sentada sobre la roca más alta. Tenía un aro de grandeza recorriéndola, y sentí ganas de arrodillarme ante ella. Miré de reojo y vi que Sayu se movía, nerviosa y turbada: se sentía tan violenta como yo.––Me llamo Fahier'eler, reina de las ninfas del corazón del Bosque. Ella––dijo, señalando a la joven a la que abrazaba nuestro compañero––es mi hija, Niah'eler.
 
––Yo ser... soy Zurdha––dije en tono solemne, y miré a mi amiga humana. No sabía que más debía decir, o que debía hacer. Ni siquiera sabía porque Lobo Calavera nos había llevado hasta allí.
 
––Tu y tu compañera, Sayu sois bienvenidas. Os protegeremos mientras lo necesitéis. Él os protegerá––me contestó, señalando a Lobo Calavera, que se separó enseguida de su amada y se arrodilló ante la reina.
 
Noté como el chico me miraba de reojo y se fijaba en el collar que llevaba en el cuello. Se puso un poco pálido, pero al instante recuperó su tono normal. Se puso en pie y soltó un bufido.
 
––Él dijo que los trajese aquí, no que debía protegerlos.––protestó el chamán, y se cruzó de hombros, furioso.
 
––Calavera. Hazlo––Ordenó ella.
 
Él se giró, visiblemente enfadado, y echó a correr. No me dio pena, ni ganas de seguirle. La reina soltó un suspiro.
 
––Perdonadlo. En el fondo es bueno. Id a buscarlo, cambiará de opinión.
 
Sayu y yo asentimos, no muy convencidos, y fuimos por donde se había ido Lobo Calavera. Nos costó media hora alcanzarlo. Nos había llevado hasta un precipicio, el limite del continente. Me acerqué al borde y me puse blanco al mirar hacía abajo. Lo que debía ser un mar con corrientes parecía un montón de criaturas vivas. El agua se levantaba con forma de serpiente gigante por la superficie y volvía a sumergirse. Lobo Calavera le dio una patada a una piedra, la serpiente salió de nuevo y se la tragó entera. Noté el temblor de mis piernas. Si te caías, ese ser seguro que te devoraba de un bocado. Di unos pasos hacia atrás y noté como Sayu me agarraba fuertemente de la mano.
 
––No te vuelvas a acercar a eso...––me susurró al oído, y asentí con fuerza.
 
El chico se giró hacia nosotros, con los pies sobre el borde, y sonrió. De pronto sus ojos se pusieron en blanco, y de su boca salió una voz que no parecía la suya.
 
––Hace dos siglos los humanos descubrieron la magia en el centro del mundo––dijo solemnemente––Al apoderarse de ella, el mundo se enfadó con ellos, y esto provocó una reacción en cadena. Los continentes existentes se dividieron y volvieron a juntar en otras formas, provocando terremotos para destruirles. Al no funcionar, la naturaleza, la tierra, el agua, la electricidad y el aire tomaron vida. Nació el Bosque, la Tormenta y el Mar, los tres con conciencia, con sentimientos. El aire y la tierra sienten, pero no controlan sus movimientos, siguen viviendo a merced de los deseos del centro del mundo. Los humanos, enfadados, sin comprender el porqué del enfado y creyéndose dueños y señores de todo, soltaron a las bestias en el Bosque y abandonaron el Mar. El Bosque creó a los elfos para defenderse hace casi un siglo.
 
Cuando dejó de hablar, sus ojos volvieron a la normalidad, y sacudió la cabeza. Nos miró y frunció el ceño.
 
––¿Por que me miráis así?
 
––Acabas de contarnos...
 
––No. Acabáis de llegar.––Se giró enfadado.––No me parece justo que me manden protegeros. ¿Que habéis hecho para ganároslo?
 
Sayu y yo nos miramos sin comprender. ¿De verdad no era consciente de todo lo que nos había dicho? De pronto suspiró.
 
––Ya se que no me queda otra, Lobo––se contestó a si mismo. Bajo una mano y acarició el aire. Definitivamente estaba chalado. Se giró y nos sonrió––Seguidme.
 
Nos condujo de nuevo por el Bosque hasta las montañas, pero esta vez en vez de coger el camino subimos a la más alta. Tardamos todo el día en llegar a la cima. Cuando estaba anocheciendo nos condujo por un camino de tierra en lo alto, y se situó en frente de un muro de piedra. Puso las manos sobre este y la piedra se abrió, dando lugar a una cueva. Me quedé con los ojos abiertos. ¿Como había hecho eso? Nos hizo un gesto, entramos y él nos siguió. La cueva estaba provista de tres camas y un hueco con ramas para hacer un fuego. Se sentó en el suelo y le imitamos. Alzó una mano y las llamas empezaron a crepitar en la hoguera. Sonrió. Ahora parecía menos loco que antes.
 
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Lurca
 
Subí rápidamente el muro de ramas, con el arco en el hombro y el carcaj de flechas enganchado a la espalda. Me coloqué en uno de los huecos para los tiradores, cogí el arco y cargué una flecha. Cogí aire. Hacía dos días que Zarh me había nombrado general de los cazadores, y yo había aceptado el cargo con mucho gusto. Y hacía apenas dos minutos que había sonado el cuerno de guerra que nos avisaba desde la linde que los humanos habían traspasado la primera muralla. No les había costado nada hacerlo, y me mordí el labio. Era normal. Ellos tenían la magia, y con ella el fuego. Hacer arder la madera era algo muy sencillo. En aquella guerra llevábamos todas las de perder. Tensé más la flecha cuando vi al primer humano aparecer entre los arboles.
 
––¡Fuego!––grité con todas mis fuerzas.
 
Un montón de flechas surcaron el cielo, y fueron a clavarse en un montón de humanos que alzaban sus escudos y sus espadas en señal de defensa: muy pocas no dieron en el blanco. Al instante, otra horda de guerreros magos ocupó el lugar de los muertos, y vi como alzaban las manos para preparar sus hechizos. Volví a dar la orden mientras cargaba otra flecha, y los humanos fueron abatidos, pero no dejaban de llegar más y más: eramos inferiores en numero. Fruncí el ceño. ¿De donde habían sacado en tan pocos días a tantos soldados si se suponía que no tenía ejercito? ¿Habrían convencido a toda la población para que luchase? Escuché un grito debajo de mi y bajé la cabeza. Dentro de la espesura del bosque los guerreros y los exploradores se defendían a golpe de espada de las armas de nuestros enemigos. Abrí mucho los ojos al ver a la persona que había gritado: Diarthia estaba tirada en el suelo. Había perdido la espada y un humano arremetía en ese instante contra ella. Cargué otra flecha y la dejé volar. Se clavó en su garganta y lo hizo caer al suelo. Di un salto hacia el exterior, guarde el arco, saqué la espada y me puse delante de Diarthia. Mientras ella se ponía en pie y buscaba su arma, yo me cargué a dos soldados enemigos más, hundiéndoles las espada a ambos en la garganta. Me quedé mirando los cuerpos inertes y ensangrentados y me dio un escalofrío. Jamás me había imaginado matando a nadie que no fuese un depredador.
 
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Sayu
 
––¡Dorian!––escuché la voz de Josh y noté como me zarandeaba.
 
Abrí los ojos y le miré. Me encontraba en la cama, durmiendo, hasta que él me había despertado. Tenía un brillo feliz en sus ojos. Era el día de nuestro trece cumpleaños, y aún no había amanecido. ¿Que hacía levantado y tan exaltado.
 
––¿Que pasa, Josh?––pregunté con la voz ronca. Él tiró de mi brazo.
 
––Corre, vamos, tienes que ver esto.
 
––¿Ver que?––le contesté, molesta. Me puse en pie haciendo caso a su insistencia, y bajamos rápidamente las escaleras.––¿Adonde vamos?

––¡Al Bosque! ¡Tienes que verla!
 
––¿El Bosque? ¿Ver que? ¡Josh, espera!––grité cuando el echó a correr por el camino que rodeaba la ciudad hasta el Bosque––¡¡Josh!!
 
Abrí los ojos, exaltada por aquel sueño y miré a un lado y a otro. Sentía el corazón a mil por hora, y me sentía perdida. ¿Donde estaba? Tragué saliva al ver que me encontraba en la cueva a la que nos había llevado Lobo Calavera. Zurdha seguía dormido plácidamente en su cama, pero del otro chico no había ni rastro. Me puse en pie y salí a la cueva.
 
––Te quiero, Niah––sonó la voz del joven al que buscaba, y me agazapé junto a la puerta de la cueva.
 
El chamán y la elfa estaban sentados en el camino de tierra, de espaldas a mi. Vi como él le cogía de la mano y posaba los labios en el dorso. Me mordí el labio. Lurca. ¿estaría bien? Sentí un cosquilleo en mi tripa al pensar en ella, y sonreí. Al instante el miedo me recorrió. Hoy había empezado la guerra.
 
––Eres tan dulce, Calavera––ella le dio un beso en el cuello, y acercó su mano a la entrepierna del joven, que se puso tenso al instante.
 
––Niah...no––La paró rápidamente y se alejó un poco, poniéndose en pie.––Ahora no.
 
––Pero... me quieres, ¿no?––él asintió––¿Entonces, por que no?
 
Sus palabras me hicieron hervir de ira. ¿Como se atrevía a tratarlo así? Vale que el chico estaba bastante loco pero... pero nadie tenía derecho a tratarle así. Me puse en pie de golpe, sin hacer ruido, y me paré antes de dar el primer paso. ¿Por que esa rabia? No lo conocía de nada, y el tampoco nos trataba muy bien a Zurdha y a mi. Me quedé quieta y negué con la cabeza.
 
––Que te quiera no significa solo eso, Niah, verás..––dijo el chico. Parecía triste por lo que tenía que contarle.
 
––Si significa eso––dijo ella. Sus ojos brillaban, confusos. Se acercó a él y le acarició el cuello, poniendo una pose provocativa. Él cerró los ojos.
 
Apreté los puños y no pude más. Eché a corre hacia ellos y la di un empujón en los hombros. La encaré y la miré con rabia.
 
––¡Déjale, te ha dicho que no!––le chillé, sin poder controlarme, y ella abrió mucho los ojos y miró a su amado.
 
––Dorian, vete.––dijo él a mi espalda, y le miré.
 
Abrí mucho los ojos. Su voz... le miré el rostro. Era distinto, muy distinto. Y un ojo era de otro color. Pero su voz pronunciando mi nombre... Él se quedó mirándome, había miedo y furia en sus ojos.
 
––¿Es por esta?––replicó entonces Niah, y se cruzó de brazos––¿En serio, Calavera?
 
––No, Niah, no te confundas. Ella no es nadie.––Fruncí el ceño. Sin saber por que aquello me dolió como si me hubiesen golpeado con una barra de hierro en el estomago, y me quedé sin aire.––Te quiero a ti.
 
––¿Entonces por que no quieres hacerlo conmigo?
 
Sus palabras volvieron a ponerme furiosa, aparté a Calavera de un empujón y me empecé a girar para mirarla, pero el chico soltó un grito. Le miré y vi como sus ojos se habían vuelto completamente rojos. Niah y yo nos alejamos despacio, a la vez. Él empezó a gritar y a golpear a la pared de piedra. Al cabo de unos segundos, su piel empezó a desaparecer... y se quedó como un esqueleto. Solo se veían sus huesos y sus órganos. Escuché un grito ahogado a mi lado, y vi como la ninfa le miraba con pánico.
 
––Niah... dijo él, dando un paso hacía delante con sus piernas huesudas.––Niah puedo explicártelo.
 
Ella negó con la cabeza, y se alejó corriendo ladera abajo. Lobo Calavera no dio ninguna señal de dolor. Dudaba que teniendo como rostro el hueso de su calavera pudiese dar muestras de nada. Y entonces entendí parte de su nombre. Abrí mucho los ojos y di dos pasos hacia él.
 
––¿Por que le permites tratarte como a un objeto sexual?––le pregunté, con rabia y lágrimas en los ojos.
 
Él se giró y me dio la espalda. Sus manos huesudas se cerraron formando dos preciosos puños que brillaban como el marfil.
 
––Es la forma de amar de las ninfas. Pasión. Deseo. Solo pueden sentirlo por una persona en su vida...––su voz sonaba impasible. Se giró y me miró. Ahora si que uno de sus ojos era azul y el otro era negro. Me quedé de piedra.––además. Yo no siento nada más que amor y deseo por ella. Nada por nadie más. No tengo tacto. Y por el juramento que hice tampoco tengo decisiones. Solo soy un objeto. Para el Bosque y para las ninfas. La única que me trataba como a una persona era ella, y tu has hecho que deje de hacerlo.
 
Echó a correr rápidamente hacia el borde de la montaña, y le seguí, deduciendo lo que iba a hacer. Me paré en seco sobre el precipicio justo en el instante en el que él saltó. Sentí como mi corazón se encogía en un puño. Aunque cayeses al agua del Corazón del Bosque no podías sobrevivir a aquella caída.
 
––¡Josh!––grité sin darme cuenta, con todas mis fuerzas.
 
De pronto, todo se volvió borroso, y me desmayé sobre la roca.